CAJÓN DE SASTRE: Poetisas, por Raúl Molina

Mujer escribiendo
Picasso
Aprovechando que el tema de este mes, “Vivo sin vivir en mí”, es el inicio del verso más famoso de Santa Teresa de Ávila, he decidido hablar de poetisas.

Las mujeres han sido autoras de multitud de obras poéticas a lo largo de la historia, pero una sociedad machista, como la española hasta este siglo pasado, ha tapado muchas de esas obras que no tienen nada que envidiar a las de sus compañeros de profesión.

Sé que es imposible tratar en este breve espacio un número elevado de poetisas, por ello trataré de incluir una muestra representativa de varios periodos sin llegar a profundizar mucho en cada uno de ellos.

Empezaremos con el periodo más importante de la poesía española, los siglos XVI-XVII, es decir, Los Siglos de Oro. Durante estos años la mujer estaba completamente subordinada al hombre, y se dedicaba principalmente al trabajo doméstico. Sin embargo, y al contrario de lo que se cree, las mujeres leían más que los hombres. Es muy importante no entender la lectura de esta época como un hecho individual, que cada uno realizaba tranquilo en su casa, sino que debemos entenderla como un hecho colectivo,  lo que se llama lectura en voz alta. La gente se reunía, y la persona que sabía leer lo hacía en voz alta mientras el resto escuchaba. Es en estas lecturas en las que la presencia de mujeres era más habitual que la de hombres.  

Sin embargo, el porcentaje de mujeres escritoras era muy bajo con respecto al de hombres. Estos escribían más obras y no estaba bien visto que las mujeres se dedicaran al arte de escribir. Pero ello no impidió que nos deleitaran con obras de una excelente calidad.

En muchos casos, las escritoras debían disculparse en los prólogos de sus obras por todos los errores que en ella habían cometido por el mero hecho de ser mujer, ya que como hemos apuntado, el de escritor no era considerado un oficio propio para ellas. Con esto quiero que imaginéis hasta qué punto el machismo estaba instaurado en la sociedad española de los siglos XVI-XVII.

Vamos ahora con unas muestras poéticas de importantes escritoras. El primer poema es de Santa Teresa de Ávila (1515-1582), y se titula Mi amado para mí. Sus poemas pertenecen a la corriente mística, que se caracteriza por la utilización de metáforas y alegorías para representar la unión del místico con la divinidad (recordad que esta corriente fue tratada en el primer artículo de Cajón de Sastre).



Mi Amado para mí

Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mi
Y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.

Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.

El segundo poema es de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), una importantísima poeta mexicana del siglo XVII. En su obra (poética, dramática y narrativa) se tratan temas que van desde lo religioso a lo profano, siendo muy importantes sus poemas amorosos. He escogido un poema titulado Detente sombra, que como podréis comprobar, es complicado de leer y entender por los abundantes recursos estilísticos y artificiosos que convergen en él, algo muy al día en la poesía del período Barroco (siglo XVII).


Detente sombra

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.


Vamos a realizar ahora un salto temporal importante hasta el primer tercio de siglo XX, época conocida como Edad de Plata de la Cultura española. Tras la importantísima Generación del 98 (Valle-Inclán, Unamuno, Benavente, Azorín, los hermano Machado…), aparecería otra importante, la Generación del 14, que en el ámbito poético tendría como figura principal a Juan Ramón Jiménez. Tras esta llegaría el que es, en mi opinión al menos, el mejor grupo poético que han dado las letras hispanas, la Generación del 27. A ella pertenecieron poetas de la talla de Jorge Guillén, Pedro Salinas, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre… además de otros escritores de la talla de Max Aub, e incluso es durante estos años cuando Miguel Hernández inicia su carrera poética. Pero no solo en literatura es una época importante, sino que aparecen numerosos artistas en otras especialidades, como Salvador Dalí en pintura o Luis Buñuel en cine entre muchos otros. Este es el panorama cultural en España, pero América Latina no se queda atrás, ya que es durante estos años cuando comienzan sus andaduras literarias escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro o Pablo Neruda.

Con todo esto quiero que imaginéis el importante panorama cultural de inicios del siglo XX en las zonas de habla hispana. Como es lógico, entre toda esta marabunta de escritores las mujeres van a ser también importantes, aunque su obra, pese a ser de una calidad excelente, va a ser en la mayoría de los casos menos reconocida. Quiero destacar a dos poetisas de esta época cuyos poemas aparecen recogidos en muchas antologías junto a los de sus compañeros de profesión. Ellas son Concha Méndez (1898-1986) y Ernestina de Champourcín (1905-1999). Deberíamos preguntarnos por qué sus obras no han trascendido cuando realmente se encuentran al mismo nivel que las de sus compañeros.



Ancho es el mar; él ha de separamos...
(Concha Méndez)

Ancho es el mar; él ha de separamos;
quedarán nuestras almas enlazadas.
Como un último retrato, en nuestros ojos
impresas lucirán nuestras miradas.

El barco en que he de ir está en el puerto;
a éste seguirá otro en que tú vayas.
Te esperarán mis brazos, no se en dónde...
tal vez en algún puerto... en una playa...!


Soledades
(Ernestina de Champourcín)

Todas las soledades -grises víboras- muerden
la duda que taladra mis sienes abatidas.
Nadie finge camino en torno de mis plantas
que repliegan, medrosas, su impulso derrotado.

¡Soledad de mi frente1 Un residuo de sueños
la empolva de ceniza.
-¡Qué siniestra bandada de ideas en delirio
entrega al huracán su pálido plumaje!-.

¡Soledad de mis labios! Escondida zozobra
de los besos en flor que no abrasa el estío,
nostalgia de capullo condenado a vivir
su eterna adolescencia.

¡Soledad de mis manos! Inefable tortura
del gesto que se duerme en trance de caricia.
¿Para qué la ansiedad que entreabre mis palmas
si adhieren a su curva inútiles vacíos?

Soledades que cercan con límites de hierro
la expansión luminosa y frágil de mi vida...
¡Rompe tú las amarras que me retienen, muda,
en el hueco sombrío de mi rincón doliente!

Actualmente, en las letras hispanas tenemos un importante elenco de escritoras de reconocido prestigio. Suelen ser más conocidas las novelistas como por ejemplo Ana María Matute o Isabel Allende, pero también nos encontramos en una época positiva a nivel poético. Podemos destacar a Chantal Maillard, Olvido García Vallés, Julia Uceda, Julia Castillo, Almudena Guzmán… Ello augura un importante futuro poético en el que las mujeres van a tener mucho que decir.


No existe el infinito...
(Chantal Maillard)

No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.



De un tiempo a esta parte...
(Almudena Guzmán)

De un tiempo
a esta parte
estoy prisionera
en un coche
de gritos y hielo
que circula
por carreteras oscuras
y en vertical
como catedrales,
deslumbrada
por las luces largas
de los que vienen
en sentido contrario
que sois todos.

Como habéis podido comprobar, este mes la sección ha sido un tanto diferente, por lo que en este apartado de creación literaria no os voy a especificar una característica que quiero que tengan vuestros poemas, sino que solo quiero que participéis, que perdáis el miedo a enseñar vuestras creaciones y mandéis poemas de la temática que sea y con las figuras que queráis. Ahí va uno mío:


ARS POETICA

Escribo
en hojas manchadas de café,
en hojas marrones con azúcar.
Fiero, con los nervios a flor de piel.

Escribo
en hojas manchadas de ginebra,
en hojas etílicas e insanas.
Adormilado, pestañeo más de la cuenta.

Escribo
en hojas manchadas de corazón,
en hojas que gritan y son mi consuelo.
Culpable, de todo culpable.

Escribo
en hojas manchadas de lágrimas,
en hojas llenas de sal, de mí.
Triste, agoto los pañuelos.

Escribo
en hojas manchadas de noche,
en hojas con reflejos de Luna.
Cansado, como yo, muere el día.


¡Ahora os toca a vosotros!

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