MIS AMIGOS LOS LIBROS: Don Camilo, de Giovanni Guareschi, por Ancrugon


Tal vez éste sea uno de los libros que mejor recuerdo me trae de mi juventud. En verdad me cautivó la frescura de los personajes, su sencillez y humanidad, y reí mucho con sus situaciones disparatadas y sus pullas de doble sentido, unas veces solo y otras acompañado de mis amigos, pues, a ratos, leíamos en voz alta aquellos párrafos que más nos estaban gustando de nuestras lecturas juveniles.

“Don Camilo” es la primera novela de un ciclo conocido como “Pequeño Mundo”. Su autor, Giovanni Guareschi, la editó en 1948, y en ella relata las aventuras de dos personajes de lo más peculiares: un cura de pueblo, bastante conservador, Don Camilo, y un alcalde comunista, Pepón, durante la época de la posguerra italiana y en una circunscripción imaginaria, Ponteratto, pero el pueblo existe, Brescello, ribereño del río Po, en la provincia de Reggio Emilia.

Las posturas políticas de ambos personajes, de lo más contradictorias, les lleva a enfrentamientos grotescos e hilarantes, pero, en el fondo, los dos saben que están obligados por el destino a tener que entenderse y llegar incluso a quererse, aunque ninguno lo reconocerá jamás ante el otro. Dos personajes antagónicos: Don Camilo, instruido, conservador, creyente; Pepón, tosco, semianalfabeto, comunista, pero a los dos les une su gran humanidad y buen corazón. Y entre ellos el tercer personaje, el Cristo del altar mayor de la iglesia. Un cristo humanizado y comprensivo con las pequeñas miserias cotidianas, que habla con el cura, el único que es capaz de escucharlo.

Lógicamente, en vista de las tendencias políticas y religiosas de Guareschi, en casi todas las disputas es el sacerdote quien sale mejor parado. Sin embargo nos sólo debemos detenernos en lo puramente anecdótico de la novela, sino que es importante que sepamos ver el reflejo de una época de la historia de Italia, cuando juntos, la Democracia Cristiana y los Comunistas, dos modos distintos de plantear la vida, pudieron superar la época oscura del fascismo de Musolini.

Una pequeña lectura


Capítulo 6

El bautizo

ENTRARON en la iglesia de improviso un hombre y dos mujeres; una de ellas era la esposa de Pepón, el jefe de los rojos.
Don Camilo, que subido sobre una escalera estaba lustrando con "sidol" la aureola de San José, volvióse hacia ellos y preguntó qué deseaban.
- Se trata de bautizar esta cosa - contestó el hombre. Y una de las mujeres mostró un bulto que contenía un niño.
- ¿Quién lo hizo? - preguntó don Camilo, mientras bajaba.
- Yo - contestó la mujer de Pepón.
- ¿Con tu marido? - preguntó don Camilo.
- ¡Se comprende!. ¿Con quién quiere que lo hiciera? ¿Con usted? - replicó secamente la mujer de Pepón.
- No hay motivo para enojarse - observó don Camilo, encaminándose a la sacristía.- Yo sé algo. ¿No se ha dicho que en el partido de ustedes está de moda el amor libre?
Pasando delante del altar, don Camilo se inclinó y guiñó un ojo al Cristo.
- ¿Habéis oído? - y don Camilo rió burlonamente.- Le he dado un golpecito a esa gente sin Dios.
- No digas estupideces, don Camilo - contestó fastidiado el Cristo.- Si no tuviesen Dios no vendrían aquí a bautizar al hijo, y si la mujer de Pepón te hubiese soltado un revés, lo tendrías merecido.
- Si la mujer de Pepón me hubiera dado un revés, los habría agarrado por el pescuezo a los tres y ...
- ¿Y qué? -preguntó severo Jesús.
- Nada, digo por decir - repuso rápidamente don Camilo, levantándose.
- Don Camilo, cuidado - lo amonestó Jesús. Vestidos los paramentos, don Camilo se acercó a la fuente bautismal.
- ¿Cómo quieren llamarlo? - preguntó a la mujer de Pepón.
- Lenin, Libre, Antonio -contestó la mujer.
- Vete a bautizarlo en Rusia - dijo tranquilamente don Camilo, volviendo a colocar la tapa a la pila bautismal.
Don Camilo tenía las manos grandes como palas y los tres se marcharon sin protestar. Don Camilo trató de escurrirse en la sacristía, pero la voz del Cristo lo frenó.
- ¡Don Camilo, has hecho una cosa muy fea! Ve a llamarlos y bautízales el niño.
- Jesús - contestó don Camilo,- debéis comprender que el bautismo no es una burla. El bautismo es una cosa sagrada. El bautismo.
- Don Camilo - interrumpió el Cristo,- ¿vas a enseñarme a mí qué es el bautismo? ¿A mí que lo he inventado? Yo te digo que has hecho una barrabasada porque si esa criatura, pongamos por caso, muere en este momento, la culpa será tuya de que no tenga libre ingreso en el Paraíso.
- Jesús, no hagamos drama - rebatió don Camilo.- ¿Por qué habría de morir? Es blanco y rosado como una rosa.
- Eso no quiere decir nada - observó Cristo.- Puede caérsele una teja en la cabeza, puede venirle un ataque apopléjico. Tú debías haberlo bautizado.
Don Camilo abrió los brazos.
- Jesús, pensad un momento. Si fuera seguro que el niño irá al Infierno, se podría dejar correr; pero ese, a pesar de ser hijo de un mal sujeto, podría perfectamente colarse en el Paraíso, y entonces decidme: ¿cómo: puedo permitir que os llegue al Paraíso uno que se llama Lenin? Lo hago por el buen nombre del Paraíso.
- Del buen nombre del Paraíso me ocupo yo - dijo secamente Jesús.- A mí sólo me importa que uno sea un hombre honrado. Que se llame Lenin o Bonifacio no me importa. En todo caso, tú podrías haber advertido a esa gente que dar a los niños nombres estrafalarios puede representarles serios aprietos cuando sean grandes.
- Está bien - respondió don Camilo.- Siempre yo desbarro; procuraré remediarlo.
En ese instante entró alguien. Era Pepón solo, con la criatura en brazos. Pepón cerró la puerta con el pasador.
- De aquí no salgo - dijo - si mi hijo no es bautizado con el nombre que yo quiero.
- Ahí lo tenéis - murmuró don Camilo, volviéndose al Cristo.- ¿Veis qué gente? Uno está lleno de las más santas intenciones y mirad cómo lo tratan.
- Ponte en su pellejo - contestó el Cristo.- No es un sistema que deba aprobarse, pero se puede comprender.
Don Camilo sacudió la cabeza.
- He dicho que de aquí no salgo si no me bautiza al chico como yo quiero - repitió Pepón, y poniendo el bulto en un silla, se quitó el saco, se arremangó y avanzó amenazante.
- ¡Jesús! - imploró don Camilo.- Yo me remito a vos. Si estimáis justo que un sacerdote vuestro ceda a la imposición, cederé. Pero mañana no os quejéis si me traen un ternero y me imponen que lo bautice. Vos lo sabéis, ¡ay de crear precedentes!
- ¡Bah! -replicó el Cristo.- Si eso ocurriera, tú deberías hacerle entender.
- ¿Y si me aporrea?
- Tómalas, don Camilo. Soporta y sufre como lo hice yo.
Entonces volvió don Camilo y dijo:
- Conforme, Pepón; el niño saldrá de aquí bautizado, pero con ese nombre maldito no.
- Don Camilo - refunfuñó Pepón,- recuerde que tengo la barriga delicada por aquella bala que recibí en los montes. No tire golpes bajos, o agarro un banco.
- No te inquietes, Pepón; yo te los aplicaré todos en el plano superior - contestó don Camilo, colocando a Pepón un soberbio cachete en la oreja.
Eran dos hombrachos con brazos de hierro y volaban las trompadas que hacían silbar el aire. Al cabo de veinte minutos de furibunda y silenciosa pelea, don Camilo oyó una voz a sus espaldas
- ¡Fuerza, don Camilo! ... ¡Pégale en la mandíbula!
Era el Cristo del altar. Don Camilo apuntó a la mandíbula de Pepón y éste rodó por tierra, donde quedó tendido unos diez minutos. Después se levantó, se sobó el mentón, se arregló, se puso el saco, rehizo el nudo del pañuelo rojo y tomó al niño en brazos. Vestido con sus paramentos rituales, don Camilo lo esperaba, firme como una roca, junto a la pila bautismal. Pepón se acercó lentamente.
- ¿Cómo lo llamaremos? - preguntó don Camilo.
- Camilo, Libre, Antonio -gruñó Pepón.
Don Camilo meneó la cabeza.
- No; llamémoslo, Libre, Camilo, Lenin - dijo.- Sí, también Lenin. Cuando está cerca de ellos un Camilo, los tipos de esa laya nada tienen que hacer.
- Amén - murmuró Pepón tentándose la mandíbula.
Terminado el acto, don Camilo pasó delante del altar y el Cristo le dijo sonriendo
- Don Camilo, debo reconocer la verdad: en política sabes hacer las cosas mejor que yo.
- Y en dar puñetazos también - dijo don Camilo con toda calma, mientras se palpaba con indiferencia un grueso chichón sobre la frente.



¿Sabías que…



La serie cinematográfica basada en la novela “Don Camilo” se rodó en la localidad de Brescello y en ella se encuentran colocadas en la plaza del pueblo las dos estatuas de los famosos personajes, Don Camilo y Peppone.


Don Camilo en el cine


La obra de Guareschi fue llevada al cine en una coproducción ítalo-francesa, donde Peppone fue interpretado por actor italiano Gino Cervi y en el papel de Don Camilo aparece el cómico francés Fernandel. En total fueron seis películas: Don Camilo (1952), El retorno de Don Camilo (1953), ambas dirigidas por el director francés Julien Duvivier, Don Camilo y el honorable Peppone (1955), Don Camilo Monseñor… (1961), las dos dirigidas por Carmine Gallone, El camarada Don Camilo (1965), dirigida por Luigi Comencini y que es la última en la que actúan Fernandel y Cervi. La última de la serie, Don Camillo i giovani d’oggi (1972) fue dirigida por Mario Camerini y actuaron Lionel Stender, como Peppone, y Gastone Moschin, como Don Camilo. En 1983 hubo otra adaptación cinematográfica dirigida por Terence Hill e interpretada por el propio director y Colin Blakely, pero pasó sin pena ni gloria.


Un regalito


Disfrutemos de un pequeño vídeo de una de las películas, precisamente la segunda “El retorno de Don Camilo” de 1953. La pena es que está rodada en italiano con subtítulos en inglés. Todo un reto.


Participación

¿
Habéis leído el libro de Don Camilo?... ¿Qué más podéis aportar?...
¿Cuáles son vuestros libros favoritos de vuestra época juvenil?...

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