EL DIARIO DE ANA: La pieza del puzle, por Ana L.C.
Hace tiempo, bastante, aunque con la forma relativa en que nos empeñamos en vivirlo, parece que fue ayer, tuve un compañero en el instituto que, sin pretenderlo y sin saber cómo, llegó a ser mi confidente y el mejor amigo que he tenido nunca. Luis era un chaval alegre y con unas enormes ganas de vivir. Luis siempre tenía los trabajos hechos, los exámenes preparados, las notas altas y, encima, sacaba tiempo para echarme una mano en todo esto, porque yo sólo pensaba en pasármelo bien. Luis tenía muchos amigos, porque era como una oreja gigante y un hombro enorme donde depositar nuestros problemas y descansar nuestras lágrimas de adolescentes. Y lo mejor, Luis nunca tenía abrumadores conflictos con los que aburrirnos a los demás. Luis nació con una parálisis cerebral que le dejó sentado sobre unas ruedas para el resto de su vida, pero muchas veces era él quien empujaba nuestras sillas para que siguiéramos adelante. Los años pasaron y nuestra amistad creció. Yo no sabía hacer