TEMAS E IDEAS: Esas pequeñas cosas, por Ancrugon
Querida
Nostalgia:
Ya sé que tu misión es la que es, ya sé que tú nos
torturas sin ninguna intención maligna, que no te regodeas en nuestros
sufrimientos por todo lo perdido, que no te solazas en nuestra añoranza de
tiempos mejores, que no lo haces por pura maldad… sino que simplemente eres así…
No te culpo, pero a veces podrías no tener tan buena
memoria, no ser tan perfecta en traernos recuerdos dolorosos con un simple
aroma, con una sencilla visión de algo sin importancia, con una inocente
melodía… ¡Nos causas tanto dolor!...
Sí, querida, porque son esas cosas sencillas, esas a las
que en su momento no les dimos importancia, esas que pasaron desapercibidas,
las que se aferran a nuestra piel, a nuestros sentidos, a nuestra alma y llenan
por entero nuestras vidas… El aroma del pan recién hecho me recuerda la infancia;
la dulzura del jazmín me recuerda a mi primer amor; el estribillo de una
canción, a mi primer beso; el… ¡Qué más da!, ¡Son tantas pequeñas cosas!...
Y ahí están, amontonándose en el desván de nuestra
existencia como esos trastos inútiles que no echamos de casa sin saber por qué,
pero que de vez en cuando cobran vida propia y nos reavivan el recuerdo y
entonces de nuevo se abren las heridas… porque todas ellas son la prueba de que
perdimos algo a lo largo de nuestro camino, algo que en un tiempo pretérito fue
importante, algo que nos llenó de esperanza, algo por lo que habríamos dado
mucho y, sin embargo, se quedó en nada…
Ay,
Nostalgia! Tu inocente crueldad hace que se nos ponga un nudo en la
garganta y no podamos gritar, como esa sería nuestra intención, al mundo entero
afirmando que somos tontos, inútiles, zafios botarates que no supimos valorar
los tesoros que íbamos encontrando… siempre buscando algo más, algo más, algo
más…. ¿Qué?...
Cuando se enciende la luz, en esos efímeros instantes en
los que puedo pensar con claridad, los ojos se me humedecen y la rabia aparece…
pero no sirve de nada: nadie recupera el paso del tiempo…
A veces, una fotografía puede transportarnos a momentos
que ahora consideramos felices; a veces, la cara de una niña por la calle nos
recuerda a otra que hicimos la reina de nuestro mundo y que ahora es la dueña
de otro corazón… a veces… ¡sí!, a veces nos llega flotando en el viento esas
palabras que nunca dijimos y que ahora nos pesan…
Pero no creas, Nostalgia, que esta carta es de reproche,
no. Tú no tienes la culpa de que no sepamos ser felices, de que nuestro
presente esté fabricado a base de renuncias y de que el futuro sea simplemente
un sueño que luego la realidad nos irá destrozando piedra a piedra, polvo a
polvo… No, no tienes la culpa de nada, pues en el fondo, tú quieres hacernos
felices, a tu manera, soñando hacia atrás, jugando a conseguir lo que dimos por
perdido, a ser quienes no somos… Porque
en la paz y el silencio de esas pequeñas cosas se esconde la felicidad… está
agazapada como una fiera que pretende prender sus garras en nuestros recuerdos
y, cuando lo hace, vivimos más para el pasado que para el momento y nos
volvemos a engañar…
Sí querida, sí, la vida es un puro engaño… Yo quisiera
haber aprendido a cazar esas pequeñas cosas que contienen el secreto que tanto
anhelo, pero no soy capaz: se escurren como peces resbaladizos y el río se las
lleva hacia la inmensidad donde sólo pueden ser evocadas, pero nunca
conseguidas…
Ya termino, querida Nostalgia, no quiero extenderme para
no cansarte con mis lamentaciones. Sólo quiero que sepas que, a pesar de todo,
te seguiré buscando, seguramente hasta mis últimos días, porque no conozco otra
forma de vivir si no es recordando.
Tuyo sinceramente.
Ancrugon
Tú opinión
Ainara Delgado ha escrito:
ResponderEliminar4/11/2011
Y vienen sin permiso. Sin avisar. Inesperados. Cuando menos los necesitamos, los recuerdos. Es difícil vivir el momento sin caer en el pasado o pensar el futuro. Nuestro pasado afecta a nuestro presente, y nuestro presente afectará a nuestro futuro. Nunca nada es perfecto, todos lo sabemos, pero al menos debemos intentarlo. No existe la perfección, pero de todo se aprende. Si caes una vez, habrá una segunda vez, pero no una tercera. Los recuerdos, son crueles, los felices nos hacen añorar. Los difíciles nos hacen llorar. Pero hay que aprender a disfrutar.
Gaizka Esteban ha escrito:
ResponderEliminar4 de enero de 2012.
Es increíble las cosas tan simples como una sonrisa, una mirada, un pequeño gesto son capaces de hacerte ver el mundo de otra manera... Y parecerán insignificantes, ya que se repiten día tras día, pero pensar un momento que seria de nosotros cuando tenemos un día en los que es mejor no despertarse, ¿creéis que una sonrisa de alguien especial, una mirada, incluso un beso podría cambiarlo?
Las personas que son capaces de apreciar las cosas tan insignificantes son las que de verdad saben apreciar las grandes.
Karen ha escrito:
ResponderEliminar8 de enero de 2012.
Esos pequeños detalles siempre estarán en nuestras mentes y cualquier cosa nos harán recordarla. Una foto, una mirada, sus pequeños detalles, un beso, su sonrisa...
El presente siempre estará ahí, porque nuestra mente siempre piensa en los momentos que hemos sido felices y eso nos ayuda para ver el futuro mejor. Porque a veces, no valoramos lo que hemos tenido en el presente y esa nostalgia que esta ahí te hace recordar que nos equivocamos. Y también si en el pasado nos hemos equivocado nos servirá para que en el futuro no cometamos los mismos errores que en el pasado.
Carlos Asensio Andrés ha escrito:
ResponderEliminar8 de enero de 2012.
Hoy al meterte en la cama, has recapacitado sobre el día. Aparentemente ha sido como todos los demás, pero poco a poco vas dándote cuenta de los detalles. Has salido de tu cuarto y es desayuno ya estaba preparado por tu madre con todo el amor del mundo. Al salir con tus amigos te has sentido completamente integrado en el grupo, como uno solo. Ella te ha mirado, te ha mirado y te ha sonreído vergonzosamente. A continuación se ha acercado a tí y te ha besado. Más tarde has vuelto a casa y la comida ha sido una de tus preferidas. Tus padres te han pedido que ayudaras a tu hermano con los deberes, y a cambio te han recogido la mesa. Al volver a salir por la tarde, no hacía frío a pesar de estar a principios de Enero, y el sol estaba radiante. Tus padres te han permitido cenar con tus amigos en el garito, y ha sido estupendo. Avanzada la noche, te has ido a un prado con ella, os habéis tumbado y habéis comenzado a mirar el cielo despejado detenidamente mientras manteníais una agradable conversación. Ha sido en ese momento, en el que te has percatado, que las estrellas, tan diminutas, al igual que todos esos pequeños detalles y cosas, son lo que más vale la pena disfrutar, ya que son los únicos actos que se hacen con la mejor intención de todas.
Gabriel Pérez Pérez ha escrito:
ResponderEliminar8 de enero de 2012.
Atentos ahora porque vamos a hablar de nada más ni nada menos que de las cosas más pequeñas o insignificantes, es decir… las más importantes. Sí, y te lo explico con varios ejemplos:
-Puedes ser el tío más rico del mundo, tener todo lo que deseas, todas las comodidades, no has de madrugar para ir a trabajar/estudiar; pero vale que al levantarte de la cama, te des con el meñique del pie con la esquina de la mesilla de noche para que en tu cara se plasme, al igual que cuando te comes una rodaja de limón, la mayor amargura posible. A todos nos ha pasado y nos hemos cagado en la maldita esquina de la mesilla y en el p””” dedo meñique del pie que vendría a ser el espolón de los perros, y que muchos, sobretodo en ese momento, se plantean para que diablos sirve. ¡Jodido dedo pequeño del pie! Te vas a acordar de él el resto del día y sobretodo, cuando a la mañana siguiente te levantes de la cama, lo harás por el otro lado del colchón… simplemente para no tentar.
-El otro día me levanté por las mañana, era domingo, y tenía un montón de sueño y de faena a la vez, e intuí que iba a ser un día pesado, pero al ir a desayunar y ver que mi madre había hecho bizcocho, me cambio la cara. Y fue ese detalle el que me hizo llevar, al menos, mejor la mañana, y ya veis… algo tan simple como un bizcocho.
-Todos hemos tenido un día de esos de mierda que se te olvidó hacer el trabajo, te ha salido mal el examen y para colmo la tarde pinta con un estrés del copón porque claro: después de comer has de dedicarte a limpiar el jardín y sacar a pasear al perro… ¡pero deprisa! , porque una hora después has de ir a clase de guitarra, piano, dibujo o Dios sabe qué. Terminas y vas a casa y tienes una hora para hacer los deberes de valenciano, matemáticas e inglés; porque luego tienes entrenamiento. Llegas a casa a las nueve y cuarto de la noche, y a la ducha y a cenar. Y cuando no puedes más después de la frenética tarde, a estudiar para el examen de historia y acuéstate a la una media de la mañana. Te vas a pasar organizándote la tarde toda la mañana, pero sin esperarlo, esa persona te brinda una preciosa sonrisa y… ¡coño! El día deja de ser una mierda, y esa imagen va a estar guardadita en tu cabeza por tiempo indefinido. Y cuando dos días después le digas a tu madre que has suspendido el examen de historia y te eche la bronca y te diga que “te vas a tener que esforzar más, sino…” (Ante lo que tú automáticamente piensas: ¿más? Si vives mi día a día te derrumbas mujer, así que paciencia y comprensión que no soy una máquina) te acordarás de aquel día de mierda que fue un poco mejor después de aquella sonrisa, que anhelarás ver en cada momento.
Ya ves, que tres cosas tan simples como: un azucarado bizcocho, un pequeño meñique y una leve sonrisa son las cosas que más marcan tu día a día.