CAJÓN DE SASTRE: Antonio Machado, paisajista y realista, por Raúl Molina.
El mes pasado hablé de la primera parte de la poesía de Antonio Machado en la que vimos que había un enfoque simbolista. El poeta utilizaba símbolos que tienen dos posibles interpretaciones, la literal y la simbólica. Para entender mejor esto pusimos ejemplos como el de tarde, que además de la interpretación de parte final del día podía hacer referencia también al final de la vida. A su vez, hicimos una relación de todo esto con el modernismo, corriente literaria en la que podemos ubicar esta primera parte de la poesía machadiana. Por último, también hicimos referencia a la publicación en 1912 de Campos de Castilla, un nuevo libro en el que la poética de Machado variaba desde ese simbolismo íntimo del que hablábamos el mes pasado a una visión mucho más realista que se materializaba en la descripción del paisaje castellano.
Como ya hemos apuntado, Campos de Castilla aparece publicado en 1912, cinco años después de la llegada de Machado a Soria, pero será posteriormente ampliado hasta 1917. Por esta razón en muchas ocasiones veremos como fechas de composición de la obra 1907-1917. En relación a la vida de Machado durante estos años, podemos decir que está inmerso en una etapa complicada en 1912, ya que su joven esposa Leonor Izquierdo cae gravemente enferma. Ese mismo año morirá y Machado abandonará Soria, un lugar cargado de recuerdos, para volver a su Andalucía natal, concretamente a Baeza, donde será profesor de Gramática francesa. Por tanto, en la primera edición de este poemario no va a haber referencias a la muerte de su amada, sin embargo en las ampliaciones realizadas hasta 1917 sí que se van a incluir poemas de lamento, así como poemas dedicados a las tierras andaluzas, a donde vuelve en 1912.
Pasemos ahora a hablar un poco de esa variación temática que se da en la poesía de Machado: Va a producirse un paso desde la poesía de corte íntimo en la que el poeta va a mirar en su interior y va a hablar de sus propias preocupaciones, de esas galerías del alma, en un tono simbólico hasta una nueva poesía de corte realista y objetivo en la que va a predominar la descripción del paisaje castellano sin la utilización de elementos simbolistas. Podemos resumirlo diciendo que va a ser una poesía de abertura hacia el mundo exterior, “contraria” a la poesía intimista predominante en aquella primera etapa. El propio Machado dijo que el contacto con el paisaje castellano empapó su alma de ellos, lo que hizo que tuviera que plasmarlos en sus poemas, creando una poesía realista y descriptiva superando el modernismo.
Vamos a pasar ahora a analizar unos cuantos poemas de Campos de Castilla en los que se pueden ver los rasgos que he nombrado anteriormente.
Primero querría nombrar el primer poema, Retrato, en el que Machado hace una descripción de su vida. No voy a analizar este poema, sino que os remito al siguiente enlace: http://ancrugon.com/club-de-lectura-1/poemas/retrato/ Ancrugon ha hecho un muy buen análisis de este poema que os ayudará a entenderlo perfectamente. Tan solo decir que este poema es una perfecta carta de presentación del poeta, de ahí que esté colocado en primera posición.
ORILLAS DEL DUERO
¡Primavera
soriana, primavera
humilde,
como el sueño de un bendito,
de
un pobre caminante que durmiera
de
cansancio en un páramo infinito!
¡Campillo
amarillento,
como
tosco sayal de campesina,
pradera
de velludo polvoriento
donde
pace la escuálida merina!
¡Aquellos
diminutos pegujales
de
tierra dura y fría,
donde
apuntan centenos y trigales
que
el pan moreno nos darán un día!
Y
otra vez roca y roca, pedregales
desnudos
y pelados serrijones,
la
tierra de las águilas caudales,
malezas
y jarales,
hierbas
monteses, zarzas y cambrones.
¡Oh
tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla,
tus decrépitas ciudades!
¡La
agria melancolía
que
puebla tus sombrías soledades!
¡Castilla
varonil, adusta tierra;
Castilla
del desdén contra la suerte,
Castilla
del dolor y de la guerra,
tierra
inmortal, Castilla de la muerte!
Era
una tarde, cuando el campo huía
del
sol, y en el asombro del planeta,
como
un globo morado aparecía
la
hermosa luna, amada del poeta.
En
el cárdeno cielo vïoleta
alguna
clara estrella fulguraba.
El
aire ensombrecido
oreaba
mis sienes y acercaba
el
murmullo del agua hasta mi oído.
Entre
cerros de plomo y de ceniza
manchados
de roídos encanares,
y
entre calvas roquedas de caliza,
iba
a embestir los ocho tajamares
del
puente el padre río,
que
surca de Castilla el yermo frío.
¡Oh
Duero, tu agua corre
y
correrá mientras las nieves blancas
de
enero el sol de mayo
haga
fluir por hoces y barrancas;
mientras
tengan las sierras su turbante
de
nieve y de tormenta,
y
brille el olifante
del
sol, tras de la nube cenicienta!...
¿Y
el viejo romancero
fue
el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso
como tú y por siempre, Duero,
irá
corriendo hacia la mar Castilla?
Río Duero a su
paso por Soria
|
En este poema el Duero se va a convertir en el protagonista principal de esa solitaria tierra soriana. Va a iniciar el poema haciendo una alusión a la primavera para pasar a describir el paisaje castellano, luego hará un paréntesis en el que nos habla de la historia de Castilla para continuar después describiendo de nuevo el paisaje. Para finalizar, aparece el Duero en un paisaje nocturno con la Luna como espectadora de excepción de cómo el Río hiende la tierra castellana y la lleva hacia el mar. Este poema pertenece a aquellos dedicados al paisaje castellano de la primera parte del poemario.
RECUERDOS
¡Oh
Soria! , cuando miro los frescos naranjales
cargados
de perfume, y el campo enverdecido,
abiertos
los jazmines, maduros los trigales,
azules
las montañas y el olivar florido;
Guadalquivir
corriendo al mar entre vergeles;
y
al sol de abril los huertos colmados de azucenas,
y
los enjambres de oro, para libar sus mieles
dispersos
en los campos, huir de sus colmenas;
yo
sé la encina roja crujiendo en tus hogares,
barriendo
el cierzo helado tu campo empedernido;
y
en sierras agrias sueño— ¡Urbión, sobre pinares!
¡Moncayo
blanco, al cielo aragonés erguido!—.
Y
pienso: Primavera, como un escalofrío
irá
a cruzar el alto solar del romancero,
ya
verdearán de chopos las márgenes del río.
¿Dará
sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?
Tendrán
los campanarios de Soria sus cigüeñas,
y
la roqueda parda más de un zarzal en flor;
ya
los rebaños blancos, por entre grises peñas,
hacia
los altos prados conducirá el pastor.
¡Oh,
en el azul, vosotras, viajeras golondrinas
que
vais al joven Duero, zagales y merinos,
con
rumbo hacia las altas praderas numantinas,
por
las cañadas hondas y al sol de los caminos;
hayedos
y pinares que cruza el ágil ciervo;
montañas,
serrijones, lomazos, parameras,
en
donde reina el águila, por donde busca el cuervo
su
infecto expoliario; menudas sementeras
cual
sayos cenicientos; casetas y majadas
entre
desnuda roca; arroyos y hontanares
donde
a la tarde beben las yuntas fatigadas;
dispersos
huertecillos, humildes abejares! ...
¡Adiós,
tierra de Soria; adiós el alto llano
cercado
de colinas y crestas miliares,
alcores
y roquedas del yermo castellano,
fantasmas
de robledos y sombras de encinares!
En
la desesperanza y en la melancolía
de
tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.
Tierra
de alma, toda, hacia la tierra mía,
por
los floridos valles, mi corazón te lleva.
En el tren, abril de 1912
Podemos decir que este es un poema de transición entre dos partes que se diferencian muy bien en el libro. La primera corresponde a todos aquellos poemas escritos durante su estancia en Soria, siendo Orillas del Duero un claro ejemplo de ellos, mientras que la segunda parte está formada por los poemas escritos durante su estancia en Baeza. Este, como podemos ver en la firma al final del poema, está escrito en el tren que lo llevó de Soria a Baeza. Vemos como al inicio aparece descrito el paisaje andaluz hasta el verso 8 para luego pasar a describir el paisaje castellano recordado (Duero, Moncayo, Urbión…). Al final del poema aparece una preciosa despedida a la tierra donde encontró el amor y lo acogió durante estos años, y cuyo recuerdo se lleva en el corazón hacia la tierra que lo vio nacer.
CAMINOS
De
la ciudad moruna
tras
las murallas viejas,
yo
contemplo la tarde silenciosa,
a
solas con mi sombra y con mi pena.
El
río va corriendo,
entre
sombrías huertas
y
grises olivares,
por
los alegres campos de Baeza.
Tienen
las vides pámpanos dorados
sobre
las rojas cepas.
Guadalquivir,
como un alfanje roto
y
disperso, reluce y espejea.
Lejos,
los montes duermen
envueltos
en la niebla,
niebla
de otoño, maternal; descansan
las
rudas moles de su ser de piedra
en
esta tibia tarde de noviembre,
tarde
piadosa, cárdena y violeta.
El
viento ha sacudido
los
mustios olmos de la carretera,
levantando
en rosados torbellinos
el
polvo de la tierra.
La
luna está subiendo
amoratada,
jadeante y llena.
Los
caminitos blancos
se
cruzan y se alejan,
buscando
los dispersos caseríos
del
valle y de la sierra.
Caminos
de los campos...
¡Ay,
ya no puedo caminar con ella!
Imagen de la
Catedral de Baeza
|
Este pertenece ya a la parte de poemas dedicados a la descripción del paisaje andaluz. Aparece la visión que tiene Machado de Baeza y su paisaje durante el final del día: “La Luna está subiendo”. El inicio de la noche concuerda con la pena y la melancolía que siente el poeta por el paisaje de Numancia y sobre todo por la pérdida de su mujer. Es muy interesante ver como introduce contrastes entre características positivas y negativas: “El río va corriendo / entre las sombrías huertas”. Además vemos como aparece el Guadalquivir, cuya descripción no tiene nada que ver con la mitificada del Duero, ya que aquel es “un alfanje rojo / y disperso, reluce y espejea” (De nuevo aparece un contraste entre los dos versos de la descripción). En definitiva, vemos como el paisaje andaluz tiene unos ecos negativos contrarios a lo positivo y mitificado que hemos visto en las descripciones del paisaje castellano que hizo años atrás.
25
Allá,
en las tierras altas,
por
donde traza el Duero
su
curva de ballesta
en
torno a Soria, entre plomizos cerros
y
manchas de raídos encinares,
mi
corazón está vagando, en sueños...
¿No
ves, Leonor, los álamos del río
con
sus ramajes yertos?
Mira
el Moncayo azul y blanco; dame
tu
mano y paseemos.
Por
estos campos de la tierra mía,
bordados
de olivares polvorientos,
voy
caminando solo,
triste,
cansado, pensativo y viejo.
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