TEMAS E IDEAS: Contar estrellas, por Ancrugon



En el escenario solamente hay un taburete en la parte izquierda. El fondo es un telón. Los personajes que aparecen son: un hombre joven, vestido con un traje de chaqueta usado, sentado en el suelo; otro, más mayor, con bata blanca de doctor, leyendo unos papeles, sentado en el taburete; tres personas vestidas de flores, con un maillot verde y grandes pétalos de colores rodeándoles la cabeza, charlando al fondo, y otras tres, con botas, capas azules y coronas de cartón, dispersas por allí y sin hablar con nadie.

DIRECTOR: (Con tono de fastidio). Pasemos a la siguiente escena… A ver, que vengan los Principitos…
Se acercan los tres de las capas y coronas 
y van tomando todos asiento frente al director.
DIRECTOR: (Mirándolos sorprendido). ¿Qué pasa?... ¿Hemos perdido a dos?...
HÉCTOR: Raúl y Carlos se han ido al baño, ahora vuelven.
DIRECTOR: ¿Los dos juntos?...
HÉCTOR: Siempre van juntos al baño…
El le corta con un gesto.
DIRECTOR: Calla, calla, mejor no quiero saberlo. (Dirigiéndose a todos). Ahora vamos a repasar la escena del hombre de negocios, ya sabéis, cuando el Principito llega al cuarto planeta y se encuentra con un hombre muy ocupado que está haciendo cuentas…
ADRIÁN: Se encuentra con el Contador de Estrellas.
DIRECTOR: Sí, sí, con un hombre de negocios que contaba las estrellas porque…
ADRIÁN: No, eso es un error. Ese hombre no era ningún empresario, era simplemente el Contador de Estrellas… Eso está mal…
DIRECTOR: Ya, ¿y tú como lo sabes?
ADRIÁN: Porque ese hombre era yo, yo soy el Contador de Estrellas.
TODOS (Menos el Director): (Con admiración). ¡¿Tú eres el Contador de Estrellas?!...
DIRECTOR: ¡Vale, vale! Ya sabemos todos que tú haces el papel del hombre que contaba las estrellas, pero…
ADRIÁN: No, señor director, yo no hago ese papel, es que ese hombre era yo.
DIRECTOR: Bien, bien… Eso está muy bien… Hay que meterse en el papel y ser convincentes, pero…
ADRIÁN: Se lo repito, señor director, yo no estoy interpretando, es que yo soy realmente el Contador de Estrellas.
En aquel momento llegan los otros dos Principitos cogidos de la mano.
RAÚL: ¿Tú eres el verdadero Contador de Estrellas?...
CARLOS: Claro, yo ya lo sabía, porque yo soy el verdadero Principito.
DIRECTOR: (Llevándose las manos a la cabeza). ¡Ay, madre!...
RAÚL: ¡No, no! ¡El verdadero Principito soy yo!
HÉCTOR: (Levantándose con brusquedad). ¡De eso nada, monada! ¡El verdadero Principito soy yo!
DIRECTOR: ¡Chicos!...
Se oye una llanto y todos miran hacia donde está sentada María.
DIRECTOR: ¿Y ahora por qué lloras, María?...
MARÍA: (Haciendo pucheros sentada en el suelo). ¿Por qué me hacéis esto?... ¿Por qué?... Todo el mundo sabe que el verdadero Principito soy yo….
Carlos, Raúl, Héctor y Vicente se encaran a ella y comienzan a gritar todos a la vez.
CARLOS: ¡Mentira!...
RAÚL: ¡Soy yo, soy yo!...
HÉCTOR: ¡Eso es falso, soy yo!...
VICENTE: ¡Yo soy el Principito, yo lo soy!
El director se pone en pie con los brazos abiertos.
DIRECTOR: ¡¡¡Baaaasta!!!
Todos se callan y durante unos segundos sólo se escucha el 
gimoteo de María. Carla se acerca a gatas hasta ella y le acaricia.
CARLA: ¡Pobre Principito!... ¿Quieres oler mis pétalos?...
María la aparta de un empujón.
MARÍA: ¡Quita! ¡Déjame en paz! ¡Tú no eres una flor!...
ADRIÁN: Eso es verdad… Ninguno sois lo que decís, ni vosotros sois el Principito, ni vosotros flores.
RAMÓN: Yo sí que soy una flor.
ADRIÁN: ¡No digas tonterías!... ¡Estáis todos locos!
DIRECTOR: (Hacia el público). ¡Mira quien habló!
LISA: (Levantándose y acercándose hacia el borde del escenario y mirando hacia el público). ¿Veis como hay alguien ahí?... (Todos miran). El director les ha dicho algo, yo lo he visto…
DIRECTOR: ¡Virgen Santa!...¡Volved todos a vuestros sitios!
El director vuelve a sentarse. Todos regresan a su lugar, 
menos Lisa quien se queda mirando hacia el vacío.
DIRECTOR: Primero, ya está bien con esta tontería de que hayan cinco Principitos… Desde ahora en adelante, el único Principito será Carlos.
CARLOS: (Poniéndose en pie muy orgulloso). ¿Lo veis?, porque soy el verdadero Principito…
Los otros van a decir algo, pero el director los calla con un gesto.
DIRECTOR: Carlos, siéntate. (Carlos se sienta). Y vosotros, ni una palabra. A los demás les daré otros papeles en la obra, no podéis tener todos el mismo.
María intenta decir algo, pero un gesto autoritario del director 
le hace desistir y retorna a gimotear. Carla hace mención de acercarse.
DIRECTOR: ¿Dónde vas, Carla?...
CARLA: María está llorando.
DIRECTOR: María siempre está llorando. Déjala que disfrute. (Y se vuelve hacia Adrián). Bien, ahora que ya tenemos un Principito y un hombre de negocios, vamos a comenzar el ensayo.
ADRIÁN: Pero es que el texto está mal.
DIRECTOR: ¡Me importa un carajo lo que tú pienses del texto! ¡Lo interpretarás tal y como lo escribió Antoine De Saint-Exupery! ¿De acuerdo?
ADRIÁN: Me niego.
DIRECTOR: ¿Cómo que te niegas?
ADRIAN: Sí, me niego, porque yo le caía mal a ese chupatintas de Saint-Exupery y él cambió todo lo que realmente ocurrió… Lo hizo por venganza…
DIRECTOR: Pero, ¿qué dices?... ¿Cómo ibas a caerle mal a este hombre si él murió hace un montón de años?...
Adrián se ríe.
ADRIÁN: Eso es lo se cree todo el mundo, pero él sigue vivito y coleando… y no me extrañaría nada que viniera el día del estreno para burlarse de nosotros.
DIRECTOR: (Volviéndose hacia el público). ¡Madre de Dios Bendito!... ¡Pero por qué me meteré yo en estos berenjenales!...
LISA: ¿Lo veis, lo veis?... Lo ha vuelto a hacer… Ahí hay alguien… Yo casi los veo…
DIRECTOR: ¡Lisa, por Dios!, ¡vuelve a tu sitio!
Lisa sale corriendo y se sienta junto a Carla 
quien la abraza y empieza a acariciarla.
DIRECTOR: ¡Carla!, ¿Serías tan amable de dejar de sobar a todo el mundo?...
Carla suelta a Lisa y se cruza de brazos enfurruñada.
DIRECTOR: Vemos, Adrián, por favor, ¿te importaría contarnos esa historia y luego podríamos comenzar con el ensayo?
ADRIÁN: Por supuesto, señor Director.
Se incorpora y se acerca al centro del escenario mirando al público.
ADRIÁN: Todo comenzó hace muchos, muchos años…
LISA: ¡Mirad!...¡Él también lo hace!... ¿Veis cómo habla con alguien?...
DIRECTOR: ¡Lisa, sin no te callas, te arranco lo pétalos!... (Volviéndose a Adrián). Continúa.
ADRIÁN: Pues como decía, todo comenzó hace tanto tiempo, que en La Tierra todavía no había llegado el ser humano.
TODOS (Menos el Director): ¡Oooooh!
ADRIÁN: Yo vivía feliz y tranquilo en mi planeta, el cual es falso que fuera tan diminuto como lo representa Saint-Exupery. Era enorme, llenos de bosques, lagos, ríos…y todo eso, ya sabéis, animales y personas… El caso es que yo tenía una gran aspiración en mi vida…
CARLOS: Ser torero.
HÉCTOR: ¡Tú estás idiota!
CARLOS: ¡El idiota serás tú!
DIRECTOR: ¡Silencio!
ADRIÁN: No, no quería ser torero, ni futbolista, ni médico, ni aviador… yo quería ser inmortal.
TODOS (Menos el Director): ¡Inmortal!
ADRIÁN: Sí, ya sabéis, vivir eternamente… Así que busqué y busqué la manera de conseguirlo, pero no la encontraba… ¡Era desesperante!
CARLA: Eso es verdad, yo siempre que no encuentro algo…
TODOS: ¡Cállate!
ADRIÁN: Pero un buen día, cuando estaba desayunando en mi jardín, escuché una voz dulce que me dijo: “Disculpe, señor, ¿sería tan amable de darnos unas rebanaditas de pan?... llevamos varios días sin comer.” Cuando miré hacía la procedencia de la voz, vi a la criatura más increíble que jamás había visto.
TODOS: ¿El Principito?...
ADRIÁN: Sí, amigos, El Principito…
MARÍA: ¿Era simpático?...
LISA: ¿Era amable?...
RAMÓN: ¿Era guapo?...
ADRIÁN: Era y es todo eso y mucho más, pero no venía solo…
RAÚL: Le acompañaba el Rey…
CARLOS: No, no, el farolero…
VICENTE: ¡Qué va! Seguro que era el geógrafo…
RAMÓN: ¿No era la flor?...
ADRIÁN: Frío, frío, amigos… Era el aviador, el mismísimo Antoine de Saint-Exupery. Yo les invité a compartir conmigo el desayuno y ellos me contaron que estaban haciendo un largo viaje. Eso me intrigó y les pregunté la causa de ese viaje y ellos me respondieron que era para ser inmortales…
TODOS: ¡Oooooh! ¡Inmortales!
ADRIÁN: Yo también quiero ser inmortal, les dije, ¿qué debo hacer?... Entonces El Principito me comentó que lo primero era estar enamorado. Eso me deprimió un poco, pues nunca había sentido nada especial por alguien, ni nadie nada especial por mí… en fin, pero él se echó a reír. “Oh, no hace falta que sea por otra persona, aunque también vale, sino una pasión por algo en general, lo que sea, por algo que no te importe emprender un largo viaje que durará para siempre…
DIRECTOR: ¿Un viaje?... ¿Cómo Ulises?...
ADRIÁN: Más o menos, señor Director. Aquella noche no pude dormir pensando cuál era la motivación de mi existencia… pero daba vueltas y vueltas en la cama y no lograba hallarla, así que decidí levantarme y salir al fresco de la noche para relajarme un poco, y allí, ante mí, encontré el espectáculo más maravilloso de la creación del que nunca antes me había dado cuenta: el cielo, negro como el azabache, era un gigantesco mosaico de puntos luminosos que pululaban ante mis ojos asombrados…
TODOS: ¡Las estrellas!
ADRIÁN: Las estrellas… ¡Qué ingente cantidad!, pensé, ¿cuántas habrán?... Y esto es sólo una galaxia, ¡y hay miles de millones de ellas!... ¡o más!... Así que al día siguiente, nada más amanecer, salí a buscarles. Los encontré al borde de un río, donde el aviador miraba el cielo y trazaba rutas sobre el azul, porque ese era su empeño: volar bajo todos los cielos del universo y coleccionar atardeceres, amaneceres, días y noches; mientras El Principito hablaba con las flores y les contaba su amor herido, la angustia de estar tan lejos de aquella otra flor que dejó en su mundo, pero no podía volver hasta que no aprendiera todos los misterios del amor.
MARÍA: Entonces, lo inmortal es hacer algo imposible…
ADRIÁN: Más o menos, querida María. Porque si empleas tu vida en una pequeña empresa, tu existencia será corta, pero si eres capaz de crear obras eternas, serás inmortal…
RAMÓN: Entonces decidiste contar estrellas…
ADRIÁN: Sí, Ramón, esa es mi gran empresa, contar estrellas.
LISA: Pero, será muy aburrido, ¿no?...
ADRIÁN: ¡Qué va!... Cada estrella tiene su historia y ellas me las cuentan y yo las memorizo para recordarlas cuando ya no existan. Y de pronto nacen nuevas y tengo que volver atrás para darles un número y conocerlas…
DIRECTOR: ¿Y para qué sirve eso?
ADRIÁN: Para ser inmortal, señor Director, para ser inmortal. Contar estrellas es una impresa imposible, ingente, monumental. ¿Quién duda de que aquel que la lleve a cabo no se merece vivir eternamente?...
DIRECTOR: Tienes razón, Adrián, tienes toda la razón. Ha sido una bonita historia, pero se nos ha hecho tarde. Bueno, chicos, creo que ya está bien por hoy.
Todos se incorporan lentamente dispuestos a marcharse.
DIRECTOR: Un momento. Adrián, ¿por qué dijiste antes que Saint-Exupery te tiene manía?
ADRIÁN: ¡Oh, está muy claro! Cuando los conocí, ellos venían de un largo viaje juntos, de planeta en planeta, de cielo en cielo, siempre en su viejo avión. Pero cuando decidí emprender mi periplo por el universo, El Principito decidió acompañarme a mí, porque quería conocer también las estrellas y el viejo avión de Antoine no podía acercarse a ellas. Así que nosotros cogimos un camino y él otro…
DIRECTOR: ¿Quieres decir que El Principito está contigo aquí en estos momentos, dentro del psiquiátrico?
ADRIÁN: ¡Oh, sí, claro! ¿Queréis conocerlo?
TODOS: ¡Siiiiií!
ADRIAN: (Volviéndose hacia el público). Mon Petit Prince, vous êtes là?
Entonces una voz desde el patio del público responde.
PRINCIPITO: Oui, mon cher ami.
ADRIÁN: ¿Seríais tan amable de subir hasta el escenario para conocer a estos amigos?
PRINCIPITO: Je suis enchanté.
Y se escuchan unos pasos decididos acercándose por la platea.
LISA: ¿Qué os dije? ¿Qué os dije?... Ahí había alguien…
Pero cuando El Principito va a llegar, todas las luces se apagan.
TODOS: ¡Ooooh!
DIRECTOR: ¡Esto es de locos!

FIN

Cuando vuelve la luz, todos saludan al público, pero cuando 
se marchan del escenario Lisa va diciendo a gritos y señalando al público: 
“¿Qué, tenía razón o no?... ¡Mirad si había gente, mirad!”


© Ancrugon
® Castellnovo, abril de 2008
El contador de estrellas.
(Cortas historias de una larga locura)

Comentarios

  1. Lucía Larriba ha escrito:

    8 de enero de 2012.





    Como esa noche mirando las estrellas, en la que junto a él, el tiempo no pasaba. La luna iluminaba nuestros rostros y el cielo estaba más bonito que nunca, simplemente porque él estaba ahí, mirando las estrellas en silencio junto a mí.



    El hecho de estar ahí mirando las estrellas en silencio junto a él, me hizo pensar que la vida era corta, tan corta que no tendría tiempo de demostrarle mi amor. Creía que aquel era el mejor momento, el momento perfecto, pero cuando vi caer aquella estrella fugaz me di cuenta de que el momento perfecto empezaba en ese instante. Él me agarró la mano, me miró y me dijo que le encantaría poder bajar la estrella más brillante del universo y entregármela, porque era lo único que podía compararse con la belleza de mis ojos. Yo le miré fijamente y una pequeña lágrima resbaló por mi mejilla, la cual me quitó con una dulce caricia.



    Volvimos a mirar las estrellas y comenzamos a hablar de el día en que nos conocimos, del momento que se acercó a mi y comenzó a hablarme, del momento en el que me miró intensamente y me hizo saber que sería el chico que cambiaría mi vida, y del cual, sin saber bien el motivo, no iba a querer alejarme nunca. Recordando momentos inolvidables que habíamos vivido juntos, reímos y lloramos, y el tiempo transcurrió rápidamente, siendo nosotros inconscientes de ello. De lo único que era consciente era que por alguna extraña razón, aquella estaba siendo la noche más inolvidable de mi vida, ya que la más bonita había sido la noche que le conocí. Después de un largo silencio, le pregunté que si las estrellas se podían contar. Él me miró fijamente y me dijo que era difícil, pero que juntos podíamos lograrlo y me besó, son duda alguna había sido el mejor beso de mi vida.

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  2. Blanca Beltrán Beltrán ha escrito:

    8 de enero de 2012.

    Noche. Noche llena de estrellas. Estrellas lejanas, pero a la vez tan cercanas… Levanto la vista al cielo y lo observo. Pienso… Pienso en lo bonito que es el cielo y las estrellas. Pero en lo poco que lo cuidamos los humanos. Tanta contaminación, tanto humo tirado por las chimeneas de las fábricas que nos impiden, a veces, ver una noche tan bonita llena de estrellas.

    Las miro. Me quedo pensando. ¿En que pienso al mirarlas? Pienso en las personas que perdí. En las que echo en falta, las que añoro tanto… Las veo allí presentes. Las veo cercanas a mí, como si estuvieran a mi lado y me dijeran las cosas que siempre me decían. Las veo allí. Sonriéndome. Mirándome. Y pienso en cada uno de esos momentos que pase con ellas, todas las sonrisas que les dedique y que me dedicaron, todas las palabras y miradas.

    De repente veo una estrella fugaz. Pido un deseo. Deseo quedarme. Quedarme allí tumbada en la hierba mirando las estrellas y recordando. Pero poco a poco llega el sol, y las estrellas se esconden. Aunque sabemos que todas las noches saldrán de su escondite y nos harán recordar…

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  3. Miguel Lozano Rovira ha escrito:

    7 de enero de 2012.

    Una noche en la que no te entra el sueño y estás aburrido y no sabes qué hacer , se te ocurre salir al balcón y mirar al cielo , y si está raso ves un montón de estrellas. Si te fijas bien entre ellas forman diferentes figuras, como carros, caras de animales, casas, etc... y si te entretienes mirando te puedes hasta imaginar la historia que puede tener cada dibujo y te montas unas películas en tu imaginación de miedo.

    Si se te ocurre ponerte a contarlas, cuando llegas a veinte o treinta te desorientas en la inmensidad del cielo y has de volver a empezar. Además has de tener un deseo preparado en la cabeza por si tienes la suerte de ver caer una estrella fugaz.

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  4. Paco Tortajada Rodríguez ha escrito:

    6 de enero de 2012.

    Hay muchas estrellas en cielo, de ellas hay algunas que están apagadas, es decir, muertas, pero las vemos en el cielo por el fulgor que deja. Por eso a las personas que ya no están entre nosotros, no hay que olvidar su recuerdo, pues como el fulgor en las estrellas, su recuerdo hace que nosotros seamos capaces de "verlas".

    Las personas no mueren cuando ya no están en presencia, sino en esencia, cuando su recuerdo se pierde en el olvido como las estrellas cuando su fulgor se apaga. Por ello no hay mayor desprecio para una persona que se le olvide fácilmente.

    Todos, o por lo menos la mayoría queremos que se nos recuerde, no perdernos en el olvido, y no nos damos cuenta que se puede conseguir sin realizar grandes cosas, sino también siendo cívicos, ayudar desinteresadamente a las personas así nuestro recuerdo perdurará en la gente, igual que el fulgor de la estrella en el cielo.

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  5. Paco Tortajada Rodríguez ha escrito:

    6 de enero de 2012.

    Hay muchas estrellas en el cielo, de ellas hay muchas que ya se han apagado pero su fulgor es tan grande que aún las vemos en el cielo. Las estrellas, como las personas que no están entre nosotros, no mueren cuando se apagan sino cuando su recuerdo (en este caso el fulgor) se apaga, por ello no hay que olvidarse de ese ser querido que se va, sino que hay que pensar en el legado que deja.

    La grandeza de una persona no se mide en el dinero o el poder que tiene en vida sino, como en el caso de las estrellas, en el tiempo que sus personas queridas ven las consecuencias de sus actos (fulgor en el caso de las estrellas), sus buenas acciones, y su forma de ser en vida.

    Muchos tienen como héroes a deportistas, otros a grandes hombres de negocios e incluso a escritores y músicos, pero para mi el verdadero héroe es aquel que ayuda desinteresadamente a la gente, ya que su recuerdo perdura mucho tiempo como el fulgor de las estrellas.

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  6. Begoña Bolós ha escrito:

    6 de enero de 2012.

    En estos momentos sabemos que hay un número aproximado de estrellas en el universo, sabemos que son infinitas, que brillan, que están a tantos kilómetros de distancia, pero solo pensamos y creemos que siempre están presentes. Pensamos que van ha estar ahí siempre, siempre que las necesitemos para reflexionar o contemplar en el momento en el que por despecho las necesitamos de forma inmediata y les concedemos algún valioso segundo de nuestro tiempo. Pero al igual que animales y plantas las estrellas desaparecen de nuestro pensamiento. Ya no tenemos suficiente tiempo para ellas. Las estrellas son ahora menos importantes para nosotros, no tienen significado, las descuidamos y las abandonamos, ya ni siquiera las contamos. Por eso las estrellas están en peligro de extinción porque las olvidamos, sin pensar que siempre están y estarán ahí arriba para nosotros.

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  7. Paula Guillem Selma ha escrito:

    5 de enero de 2012.

    Hoy, noche mágica de San Juan, tumbada sobre la fina arena de la playa, dirigiendo la mirada hacia el cielo, siento una enorme paz y tranquilidad al observar esas enormes esferas de gas cargadas de una gran cantidad de energía que, vistas desde los ojos de cualquier ser humano, son pequeños alfileres resplandecientes colgados en el cielo. Esas caprichosas formas en las que la naturaleza se empeña en colocarlas y esos nombres, ridículos algunos, con que los hombres las bautizamos: “Osa Mayor”,”Dragón”…

    De pronto, un escalofrío recorre mi cuerpo, y una cantidad de preguntas se agolpan en mi mente, ¿por qué el ser humano se empeña en destruir tanta belleza?¿no es inmoral gastar tanto dinero en investigaciones espaciales?¿por qué nos creemos en el derecho de alterar tanta tranquilidad?¿no deberíamos conocer y cuidar mejor nuestro planeta?¿nos podrá compensar algún día lo que podamos encontrar ahí fuera?

    Ha desaparecido de mí esa paz y tranquilidad que al principio de la noche invadían mi cuerpo, por muchas vueltas que le doy no encuentro respuestas tranquilizadoras para todas estas cuestiones, ojala alguien, algún día, antes de que sea demasiado tarde, me las pueda contestar. Hoy, noche mágica de San Juan, tumbada sobre la fina arena de la playa, observo la belleza y grandeza de mis estrellas.

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  8. Tomás Budí Ors ha escrito:

    5 de enero de 2012.

    Soy una de esas personas que piensa que cada estrella es un sueño. Por eso cuando miro el cielo estrellado me atrapan los sueños y me encandilan las estrellas. Sueño que mis sueños se hacen realidad y cuento las estrellas, cuento mis sueños y nunca consigo acabar porque mis sueños son infinitos y enormes. Contar estrellas es un acto romántico en el que das rienda suelta a tu imaginación. Desde hace mucho tiempo los hombres trazaron inverosímiles figuras en el cielo uniendo las estrellas, las constelaciones. Lo mismo me ocurre con mis sueños, todos juntos forman una constelación, mi futuro. ¿Acaso el futuro está escrito en el cielo?

    Yo siempre digo que cuando te equivocas contando y confundes una estrella con un avión que pasa por el cielo es un sueño que no se cumple, simplemente nos dejamos deslumbrar por un espejismo. Cuantas más estrellas cuentes más sueños tendrás. Ya que a fin de cuentas, los astros y los sueños tienen más cosas en común de lo que creemos.

    No dejes de soñar, echa una mirada al cielo cada noche de enero.

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  9. Rebeca Chover Pérez ha escrito:

    29 diciembre 2011.

    ¿Por qué más de la mitad de las personas que componen este mundo, la noche más preciosa, la que siempre recuerda y la que quiere compartir con una persona especial, es la noche en la que está tumbada sobre el verde césped, mirando las estrellas entre las coloridas flores e intentando contarlas, si sabe que nunca lo conseguira?
    Siempre me lo he preguntado, desde muy pequeña, y la última vez que lo hice encontré la respuesta. No hay nada tan precioso como después de cenar tumbarse sobre el campo, respirar el limpio oxígeno, notar el fresco aire sobre tu cuerpo, mirar esas cosas tan pequeñas pero a la vez tan brillantes e intentar contarlas, tener esas pequeñas y felices discusiones con la otra persona que te acompaña, sobre si es una estrella o un avión, o sobre cuántas hay. En mi opinión, eso es una de las cosas más felices que podemos hacer las personas, porque si has vivido esta situación alguna vez sabrás como sé yo, que cada estrella que brilla en el cielo es una sonrisa que nace de tu boca...

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